A menudo, sin darnos cuenta, evitamos asumir la responsabilidad de nuestra propia vida.
En lugar de construirla desde nuestras herramientas internas, la delegamos en los demás. Les entregamos la tarea de hacernos felices y, si no lo hacen como esperamos, nos quejamos, juzgamos y culpamos.
Este patrón de reacción se parece al llamado de un ternero a su madre: MEEE, MEEE. Mee ignoró, mee gritó, mee trató mal, mee habló feo. Esto se llama personalización.
El peso de personalizar.
Cuando personalizas, renuncias a tu poder. Le das a otros el control sobre tus emociones y aceptas que su forma de ser moldea tu vida. Crees que, al culpar al otro por tu sufrimiento, también lo vuelves responsable de resolverlo. Pero esto te deja en una posición pasiva, esperando que alguien más traiga la solución. ¿Y mientras…? ¿Qué pasa contigo…?
Sin darte cuenta, conviertes el reclamo en tu estrategia de vida, creyendo que exigirle al otro cambiar te traerá paz. Pero la verdadera paz nace de una decisión interna: la de dejar de tomar las reacciones del otro, como algo personal.
Cómo salir del juego de la personalización
La clave está en cambiar la interpretación. Cuando alguien grita, tienes dos opciones:
Decir: “Me gritó”, y envenenarte con la idea de que el otro te atacó.
Decir: “El otro gritó” y reconocer que su reacción le pertenece a él, no a ti.
En la primera opción, te enganchas en la lucha, como un pez atrapado en un anzuelo. En la segunda, te haces a un lado, eligiendo no recibir esa carga emocional. No porque te hagas indiferente, sino porque decides que tu paz no se consigne en la tormenta del otro. Recuerda “de uno sale lo que tiene por dentro.
No seas basurero de emociones ajenas
La calidad de las conexiones humanas no depende de lo que el otro entregue, sino de lo que tú recibas.
Cuando personalizas, juegas un doble rol: esperas que el otro te aporte, pero también te prestas para recibir su carga emocional. Si alguien está lleno de rabia y frustración, inconscientemente buscará dónde descargarlo. Si tú aceptas ese papel, estableces un vínculo basado en recibir la «basura emocional» del otro a cambio de migajas de atención o validación.
Pregúntate: ¿Este juego me engrandece o me empequeñece?
Cambia la expectativa
Deja de esperar que los demás sean lo que tú necesitas que sean. En lugar de enfocarte en lo que el otro debería darte, concéntrate en lo que tú puedes generar. Si alguien te grita, puedes responder con serenidad y no con el impulso de reaccionar. No porque estés de acuerdo, sino porque has decidido que tu paz no nace en el otro, sino que tu paz nace en ti.
No puedes exigirle al otro lo que tú no eres capaz de producir en tu interior.
No te aceptes como un basurero emocional. En lugar de gastar energía en reaccionar, inviértela en crearte. Porque al final del día, tu SER te acompañará toda la vida; el ser del otro, tal vez no.
Toma el control: ME hago cargo
Apagar la personalización es apagar la dependencia y la espera. Es darte cuenta de que el verdadero poder está en lo que construyes desde dentro. No en lo que exiges o en lo que otros te den, sino en lo que tú eliges interpretar, pensar y accionar.
Entonces, usa el «ME», no para quejarte, sino para reclamártelo a ti mismo:
ME hago cargo.
ME responsabilizo.
ME creo.
ME construyo.
Y que estas palabras no sean solo afirmaciones vacías, sino evidencia viva de que siempre hay una posibilidad y de que tú PUEDES.
¡Hasta pronto!
MARTA OLGA