Cada vez es más común ver la dificultad de los colegios para volver a reunir a los padres de familia. De las empresas para convocar a sus colaboradores de manera presencial. Y la mía al invitar a vivir el programa de Transformación Personal.

¿Qué hacer para recuperar la presencialidad? ¿Es un capricho, una nostalgia o es algo realmente importante?

La presencialidad que me cuestiona no es la que se usa para entregar información sino la necesaria para formar personas.

La que conecta persona y no solo talentos.

La necesaria para vivir una experiencia emocional y no solo racional.

La que construye comunidad y no solo la que alimenta individualidad.

Te invito a hacer una pausa. A mirar hacia adentro.
A sentir con honestidad para encontrar tu propia respuesta

¿Qué se mueve en ti cuando te invitan a una reunión presencial?
¿Qué evalúas para decidir ir o no?

Porque no es lo mismo…

  • Hablar con tu jefe o colaborador en una videollamada, que sentir su energía y percibir su actitud en un encuentro real.
  • Recibir información desde un PowerPoint, que escucharla y validarla en la mirada del otro.
  • Escuchar al profesor del colegio en una reunión virtual, que sentir su energía cuando habla de nuestro hijo.
  • Asistir a una reunión donde los participantes son bolitas negras con un nombre, que una reunión donde ves rostros con identidad.
  • Escuchar un concierto en YouTube, que vibrar la música en vivo.

Tampoco es lo mismo para los colegios:

  • Padres de familia informados pero aislados, que conforman una comunidad atomizada, que padres que se reconocen, se acompañan y generan vínculos para forman una comunidad de apoyo.

No se trata de negar la virtualidad
La virtualidad es una herramienta poderosa. Nos ha permitido acceder a más información, a más personas y de forma más ágil.  Ha acercado a quienes estaban lejos.
Sin embargo, la pantalla no siempre puede sustituir el encuentro.
Es un camino para recibir de forma pasiva, pero no siempre para dar de forma activa. Participar sin cámara es participar sin identidad.  El rostro tiene nombre y también un sentir humano.

La reflexión importante no es sobre la herramienta, sino sobre el Ser que la usa y los motivos para hacerlo. 

Necesitamos equilibrio para asegurar que el ser humano se desarrolla de manera integral: si la herramienta aporta información, caminos de distracción y de relacionamiento superficial, debemos también aportar caminos de equilibrio emocional, de conexiones profundas y de encuentro consigo mismo.  Si fortalecemos el contacto con el mundo exterior debemos fortalecer el contacto con el mundo interior. 

Digo en las empresas: entre más herramientas de productividad, más insumos de humanismo.  En colegios, entre más desafíos para formar los niños, más necesarios estar unidos como comunidad.

Por eso está reflexión no es para validar verdades sobre la presencialidad o la virtualidad. Es, ante todo, para darnos cuenta de, cuáles son los faltantes necesarios o los entregables innecesarios.

Los padres dicen: estoy aquí con ustedes, por ustedes y para lo que da verdadero sentido a ser padres: nuestros hijos.

Asistir a una reunión escolar no es un simple acto logístico.
Es un gesto de compromiso consciente.
Es recordar que, al elegir un colegio para nuestros hijos, también elegimos formar parte de la comunidad que los acompaña a crecer. La comunidad que es la semilla de las relaciones de nuestros hijos, donde están las familias que nuestros hijos frecuentan, el ejemplo adicional que los forma y donde ocurren las vivencias de ellos, que son desconocidas para nosotros. 

La presencialidad permite lo que la virtualidad muchas veces no logra: Conversaciones informales, información perceptiva, conexión emocional, desarrollo de la empatía y de la disciplina que nace de ser aceptado y elegir pertenecer.

Los hijos dicen:  te veo, te siento y aprendo a imitarte.

Nuestros hijos aprenden no solo de lo que elegimos enseñar sino ante todo de lo que elegimos SER.

Se educa el intelecto y el hacer, se forma el Ser.

Formar no es solo dar sermones o corregir, es ante todo el impacto que deja nuestra manera de Ser.  El niño no se forma entendiendo o racionalizando.  No se forma desde los consejos sino desde la evidencia. Se forma viendo para imitar. Imita desde el impacto emocional.  Le impacta más nuestra actitud que nuestras palabras.  Ve lo que el adulto hace y de manera inconsciente concluye si lo hace es porque funciona, conviene y/o genera disfrute.

¿Lo que criticamos, quién lo enseñó?

Vivimos en un mundo donde el cansancio, la pereza y la dificultad parecen más fuertes que la fortaleza interior. Donde la comodidad suplanta el esfuerzo, la responsabilidad se condiciona a lo fácil y el compromiso de cumplir lo determina el tiempo que se debe invertir.

Entonces, ¿qué les estamos enseñando cuando decimos…?

“Qué pereza salir”,

“El trancón es insoportable”,

“Mejor me conecto desde el computador”,

“Igual, allá no van a decir nada importante…”

Entonces, volvamos a la pregunta esencial,

¿Desde qué Ser estamos formando a nuestros hijos?

¿Qué queremos que nuestros hijos aprendan de nosotros?

  • Si dejamos que el cansancio nos detenga, les enseñamos que rendirse sin intentar es válido.
  • Si elegimos la comodidad antes que el compromiso, les mostramos que el esfuerzo no vale la pena.
  • Si evitamos los encuentros que construyen comunidad, los dejamos solos en un mundo que necesita construirse en redes de influencia positiva.
  • Si la compañía entra por la pantalla, los dejamos vacíos de alimento emocional.

Es fácil criticar a los jóvenes, decir que no tienen compromiso, no valoran, solo les gusta lo fácil y el disfrute, no tiene fortaleza…
Lo que criticamos, ¿quién lo enseñó?

El acto poderoso de estar presente

Estar presentes no siempre es fácil, pero siempre es poderoso.

Cuando elegimos estar, aun cuando cuesta… estamos sembrando fortaleza emocional. Formar la capacidad de responder a lo difícil, lo incómodo, lo que requiere voluntad… es el verdadero equipaje que podemos darles.

La decisión de asistir a una reunión presencial no es un trámite:
Es un acto simbólico profundo.

Cuando un padre o madre decide asistir, está diciendo:

  • “Me importa estar.”
  • “Valoro el vínculo con esta comunidad.”
  • “No quiero solo información. Quiero conexión.”
  • “Solo cuando voy al encuentro del otro, me hago visible.”
  • “Es mejor construir vínculos que aislarse”
  • Voy de la mano con el colegio, para darte una formación completa.

Conclusión potente

Conectamos a través de la pantalla, pero nos encontramos de verdad en la presencia. Porque no basta con ver y oír: necesitamos sentir, respirar juntos, compartir el mismo tiempo y espacio para que el vínculo se vuelva real, profundo y transformador.

! Hasta pronto !

MARTAOLGA

Publicaciones Similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *