¿Cómo estás hoy?

¿Cómo te estás sintiendo?

¿Qué te está afectando: algo que vives o que piensas?

¿Algo inesperado que llegó o algo esperado que no llega?

En tiempos de incertidumbre, dificultad o pérdida, es natural sentirnos desorientados, frágiles o incluso sin rumbo. Pero dentro de ti hay un recurso poderoso: la posibilidad de Ser resiliente, que te capacita para atravesar lo difícil sin perder tu centro, y con la garantía de salir con más sabiduría y fuerza interior.

La resiliencia no es solamente la capacidad de resistir las grandes adversidades. Es más que eso. Es la habilidad de ver la niebla en el camino —esa que confunde, que nubla el rumbo — y, aun así, mantenerse al volante con la firme decisión de continuar, con presencia, templanza y la confianza personal de poderlo lograr.


Pero, ante todo, la resiliencia es la manera de ser más poderosa para responderle a la vida. Porque no solo la adversidad nos desafía. También lo hacen la incertidumbre, las pequeñas frustraciones diarias, los cambios inesperados, las expectativas no cumplidas… y hasta los logros o las decisiones importantes que nos exigen una nueva versión de nosotros mismos.  Porque la resiliencia no se limita al dolor: también se activa cuando elegimos crecer.

Ser Resiliente es responder desde la conciencia, a todo lo que nos saca del confort, a lo que nos confronta, a lo que nos invita a evolucionar. Es hacer una pausa, respirar profundo, observar con conciencia, reconocer lo que si hay, lo que si podemos controlar, y elegir no detenernos, sino gestionar para avanzar.

Ser resiliente es entender que no hay que esperar a que llegue una gran tormenta para elegir desarrollar esta manera de ser. Es cultivarla en lo cotidiano, en lo simple, en lo que parece menor, pero nos toca por dentro.

La resiliencia no está presente siempre pero siempre está disponible como una posibilidad. No es una respuesta automática es una ganancia deliberada. Es un proceso que se puede cultivar de la mano de la vida cotidiana, evitando que se convierta en una reacción tardía

Para ello, te propongo un camino en cinco pasos (las cinco A), que te permitirá transitar cualquier experiencia con más presencia, claridad y poder personal.

         1.      Aceptar

Aceptar no es resignarse, es soltar la lucha contra lo que no puedes controlar. Es reconocer la realidad tal como es, con todo lo que trae: lo que es, lo que fue, o lo que duele.  Aceptar te devuelve al presente.

Es el reconocimiento sin resistencia.

         2.      Asumir

Asumir es volver la mirada a ti. Es decirte: “Esto me está pasando, y aunque no lo elegí, sí elijo qué hacer con ello”. Es abrazar tu capacidad de responder.  Va un paso más allá de la aceptación. Ya no solo acepto, ahora me hago cargo. Asumo mi rol, mi poder y mi responsabilidad frente a lo que sucede.

         3.      Aclarar

Desde el ruido emocional o mental, es difícil ver con claridad.

Aclarar es observar lo que piensas, lo que crees, lo que sientes. Es poner luz en medio de la niebla y ordenar tu interior.

Aquí entra la conciencia. Aclaro mis pensamientos, creencias, emociones. Prendo el faro que ilumina hacia dónde avanzar.

         4.      Actuar

Desde la aceptación, la claridad y la decisión de asumir, llega el momento de moverte. Sin acción no hay avance, no hay logro. La acción transforma.

Ser resiliente no es solo una cualidad interna, es la vida actuada, para generar evidencia.

         5.      Avanzar

Y entonces sí: avanzar. No desde la negación o la prisa, sino desde una nueva versión de ti. Avanzas porque te habitaste, porque atravesaste la tormenta contigo mismo. Porque ahora sabes que puedes.  Porque eres consciente de que el gran resultado de esta experiencia no es solo haber sobrevivido, sino, ante todo, haber aprendido, evolucionado… avanzar con una versión más consciente y fortalecida de ti.

Este camino no es lineal ni perfecto, pero es real. Es humano.

Y tú puedes elegir recorrerlo, paso a paso, en tu propio tiempo. 

Recuerda el laboratorio más importante que puedes visitar …es tu propia vida.

¡Hasta pronto!

MARTA OLGA

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