A veces la adversidad y las situaciones límites nos generan emociones perturbadoras, difíciles de gestionar en el presente, y nos roban mucha energía que nos induce a ver el futuro borroso y sin esperanza. La adversidad confronta porque nos saca de la zona de confort, nos genera impotencia y nos reta.
Pero ¿de qué adversidad estamos hablando?
Yo creo que vale la pena detenernos por un momento y mirar la adversidad con el símil de la cebolla, quitemos cascaritas a esa gran palabra.
La primera cascarita es la adversidad que viene del exterior, de acontecimientos que simplemente suceden. Sobre los que no tenemos control, pero que son correspondientes con el sitio en el que estamos, el tiempo y nuestra realidad.
Hablo de fenómenos de la naturaleza (terremotos, pandemias…). Cuando aparecen, nos afectan a muchos y a todos al mismo tiempo y simplemente no hay a quien echarle la culpa, ni a quien reclamarle, porque no podemos intervenir para detenerlos.
También podríamos incluir en este grupo la adversidad que produce el cambio climático, ante la cual, sin darnos cuenta, nos miramos unos a otros como buscando “por qué o por quién pasó”. Sin embargo, presiento que la conciencia del impacto del acto individual es todavía muy escasa, hasta el punto de que sentimos que no somos protagonistas de la arremetida de la naturaleza.
Lo que es claro en estas dos adversidades es que, cuando no podemos controlar lo que sucede, solo somos libres para decidir cómo reaccionar ante lo que ya sucedió, lo que ya es presente.
La segunda cascarita que podemos quitar, es la adversidad que se origina por sucesos externos que afectan tu mundo individual: una enfermedad, un choque, un despido, una dificultad económica… En algunas de estas circunstancias, sentimos que somos víctimas de la vida, pensamos en que lo que sucede es injusto y sentimos que lo que nos está pasando se origina en algo o alguien que está afuera de nosotros. Y miramos al mundo exterior para encontrar la causa… A veces es Dios (como castigo o como camino de santificación), a veces la mala suerte, a veces los otros… Lo que es muy impactante es, que si descubrimos la causa, si encontramos a quién hacer responsable, contra quien “pelear”, a quien culpar del hambre, del frío o del dolor, sentimos un poquito de tranquilidad, o mejor, justificamos nuestra impotencia y nuestro sufrimiento.
Ante estas dos posibles adversidades que la vida nos pone al frente, solo nos queda un camino… todas las reflexiones para crecer en resiliencia y asumir lo que sí está en nuestra manos: elegir la respuesta y la reacción. A este proceso de formación le estamos invirtiendo mucha energía en esta pandemia.
Sin embargo, nos estamos encontrando con la tercera cascarita, la que más me sorprende y de la que quiero que tú seas consciente: la adversidad que generamos con nuestra manera de Ser, de actuar, de reaccionar y de responder. La que se origina en la persona, en la calidad de nuestro propio Ser, y que se manifiesta en los detalles de la vida cotidiana y que hace mucho daño, aunque la queramos volver paisaje, apoyada en una justificación: “Así he sido”. ¿Por qué alegamos y reclamamos contra lo que no podemos controlar, e ignoramos y despreciamos lo que sí podemos controlar? La adversidad que produce nuestra manera de ser.
Es muy triste darnos cuenta de que el sufrimiento que produce esta adversidad es como un gota a gota que nos deteriora por dentro. Y no solo a ti. A todos los que te rodean. No produce hambre, quizás tampoco frío en el cuerpo. Produce soledad, tristeza, frío en el alma, bajo autoestima, entre otras.
¿Cómo se manifiesta esta adversidad? Con el mal trato, el desprecio, la humillación, la violencia, el negativismo…. ¿No será que si miras el dolor que te producen otros, descubres el dolor que tú produces?
Observa tu manera de ser, no hay ninguna justificación para que uses de ti lo que hace daño y que si puedes controlar. Te pregunto, en serio, ¿Para qué generas sufrimiento?
Date cuenta de que lo que usas de ti (de tu manera de ser), refuerza tus propios hábitos, los que te acompañan día a día y que construyen tu realidad. Date cuenta de que la práctica te hace experto. Y que tú eres el único que puede elegir que usar y que soltar.
Este es el gran momento para decidir, ¡si quieres!, que tu manera de Ser no sea para generar sufrimiento. ¿Para qué lo produces?
Te invito a que comiences a observar el impacto y las consecuencias de tu manera de reaccionar, de actuar, de responder, de relacionarte. Y cuando comiences a ser consciente, transforma el juicio a ti mismo en posibilidad. Solo pregúntate:
¿Podría actuar de otra manera?
¿Podría pensar de otra manera?
¿Podría comprender desde otra mirada?
¿Podría soltar algunas verdades para no alimentar el apego, lo que ata y lo que me da permiso de juzgar y criticar a los demás?
El poder está en tus manos. Solo necesitas comenzar a ser consciente de lo que sí puedes controlar: TU PROPIO SER. Usa lo más maravilloso que la condición humana tiene a tu favor: El libre albedrío para elegir no qué quieres cambiar, mejorar o corregir, sino ante todo qué quieres crear.
MARTAOLGA